lunes, 26 de febrero de 2024

 ¿La Cuaresma es espera o preparación?

 

¿La Cuaresma es espera o preparación?

Pues supongo que ambas cosas. Aunque he aprendido con los años a que sea mas preparación que espera.

Recuerdo, y no hace tanto tiempo, que la Cuaresma más que espera se convertía en desesperación, pues por más que lo deseara, nunca llegaban los días de la Semana Santa.

De un tiempo a esta parte desgrano los días de la Cuaresma con el sosiego del que no tiene prisa. Saboreo sin ansiedad cada viacrucis, cada ensayo de bocinas y tambores, cada acto dentro y fuera de las iglesias, cada reunión y cada cerveza con la familia nazarena.

Escucho podcast de programa de Semana Santa, pero no me altero por si alguno se me ha pasado. Miro vídeos de semanas santas pasadas, pero sin el afán de querer ver todo lo que se publica. Leo algunos artículos de revistas, pero sólo los que me apetecen de verdad. Curioseo por las redes sociales cofrades, pero no me va la vida en ello. Cae alguna lista de reproducción de marchas, pero también suenan otras músicas.

 

¿Me estaré haciendo mayor?

Sí, claro que sí. E incluso a veces me pregunto si mi ilusión por la Semana Santa ha perdido intensidad. Quizás sea algo parecido a los amores, que cuando son amores adolescentes son arrebatados y cuando son amores de madurez son reposados.

Y en esas estamos, desgranando el calendario para verme con la niña de mis amores, que ya no me deja sin aliento, que no me acelera el pulso, que no me nubla la mirada ni me quita el sueño. Pues tanto ella como yo hemos cumplido muchas primaveras juntos, conociendo nuestras virtudes y nuestros defectos, como dos viejecitos que cogidos del brazo pasean lentos por las calles de la ciudad renacida. Sin margen para la sorpresa, pero con la confianza plena el uno en el otro. Sin la pasión irracional, pero con la calma que proporciona la comprensión mutua. Sin nuevas ilusiones, pero con la alegría de los viejos ritos.

Y ahora, desde la atalaya de los años, observo con envidia como mi hijo, con la preadolescencia de los 12 años, se enamora de la misma niña, pero no de la misma manera que me enamoré yo. Pues yo la admiraba embelesado desde la acera, pero él la saca a bailar; yo le escribía cartas de amor, pero él le susurra al oído; yo, con mi timidez, soñaba con ella, pero él, con su descaro, le toca el culo.

¡Ay, eterna viejecita! ¿Qué sortilegio te convierte cada primavera en más joven y más bonita?


jueves, 24 de marzo de 2022

¿Semana Santa post-covid?

 


Pues si, vamos acelerando en busca de una Semana Santa que nos devuelva las 

procesiones a la calle. Quizás está siendo una Cuaresma más rápida que otras 

pasadas, quizás el recelo de que el Covid no nos deje disfrutar de una Semana 

Santa plena como las de pre pandemia, me haga refrenar mi ilusión. El caso es 

que después de dos años en que las cofradías han tenido que quedarse en los 

templos, no me fío del todo ni de la situación ni, sobre todo, de mí. No sé si voy a 

saber disfrutar del reencuentro como se merece, si voy a conseguir tener mi alma 

bien equilibrada para la recepción adecuada de los estímulos, no sé si la ciudad 

está preparada para lo que ha de venir. No sé si las autoridades nos mutilarán la 

celebración en aras de una supuesta seguridad sanitaria. No nos engañemos, la 

Semana Santa en Murcia sin caramelos, es menos Semana Santa. 

Así que en estas estamos, deseando que lleguen las fechas y al mismo tiempo 

dudando de lo que acontecerá. Es por ello que, por salud mental, lastro mis 

expectativas para no llevarme luego demasiadas decepciones.

Será una Semana Santa especial, de eso no tengo dudas, pero no sé si colmará 

mi espíritu. La espera está siendo muy larga, nunca fue tan larga. Así que no sé si 

el bocado de esta Semana Santa servirá para saciar el hambre de dos años. A lo 

que se suma que será la primera vez que, con nazarenos en las calles, no estará 

mi padre. 

Creo que he asimilado su muerte con serenidad y madurez pero no sé cómo voy 

a reaccionar cuando no lo vea a mi lado viendo una procesión de Semana Santa. 

Estará demasiado presente, para mí y para toda la familia, y quizás será un trago 

amargo para todos. Cada día del año lo echamos de menos, pero en esta Semana 

Santa su presencia se agigantará y el recuerdo será mayúsculo. Ojalá la emoción 

no nos embote los sentidos, ojalá su memoria se convierta en un acicate para 

disfrutar aún más de estos días.

Y mira que ansío los días que vendrán, pero no me fío… 

martes, 4 de febrero de 2020

PADRE



¿Padre, cuanto queda para que empiece la Semana Santa?
Algo más de una semana.ꟷ Contestó Juan acariciando la cabeza de su pequeño.
ꟷ¿Y me llevarás a las procesiones?
ꟷClaro Pepico, Cuando llegue el Lunes Santo iremos a San Antolín a ver la primera procesión.
ꟷPero si la iglesia de San Antolín está destrozada después de lo de la guerra.
ꟷTienes razón hijo, hasta que no reparen la iglesia, la procesión del Perdón tendrá que salir del templo de San Andrés, pero el alma del barrio no puede arrancarse con ninguna bomba ni ningún incendio, y más aún cuando se acerca su día grande.  El sanantolinero tiene la sangre magenta y en lo más profundo de sus entrañas al Señor del Malecón.
­ꟷ No lo entiendo ­ꟷ decía el muchacho mirando extrañado a su padre.
ꟷEn estos tiempos hay cosas que ni yo las comprendo ­ꟷ musitó entre dientes mientras dejaba escapar un suspiro.
ꟷ¿Padre, y cuantos pasos salen en la procesión de Lunes Santo?
ꟷ Pues deben ser  5 o 6, no lo sé seguro, porque desde que terminó la guerra, casi todos los años se van añadiendo nuevos tronos. Haber, déjame pensar ꟷ comenzó a enumerar ꟷ El Prendimiento, El Caifás, La Flagelación, El Cristo del Perdón, La Soledad… ah si, y hace dos años se incorporó El Encuentro. Seis en total.
ꟷ¿Y usted porque no sale cargando en ningún paso?
ꟷ¡Ay hijo!, porque nuestros tronos siempre los portan gente de huerta, hombres acostumbrados a trabajar de sol a sol. Yo estoy delgaducho y mi trabajo en Correos no requiere fuerza física. Nosotros somos nazarenos de silla.
ꟷ¡Pero si siempre vemos las procesiones de pie! ꟷ le reprochó Pepico.
ꟷEs una forma de hablar. A lo que me refiero es que hay gente que participa de forma activa en la procesión, pero también tiene que haber gente que esté de espectador. ¿Me comprendes?
ꟷSi ya, pero ꟷ  insistió el niño ꟷ ¿Por qué, con lo que nos gustan las procesiones, nadie de nuestra familia sale de nazareno?
ꟷPues porque salir en las procesiones cuesta mucho dinero. Hay que pagar la cuota de la cofradía, hay que hacerse la túnica, hay que comprar caramelos, monas, huevos duros… No son buenos tiempos.
ꟷPadre, no sé si lo sabe, pero Antonio me ha dicho que quiere hacerse cofrade del Perdón y que se lo va a pagar con el dinero que saque de pitar. Dice que se va a hacer árbitro de fútbol.
­ ꟷTu hermano ya es mayorcito y podrá hacer con su dinero lo que quiera, pero que se olvide de lo de ser arbitro y que se centre en estudiar para entrar en Correos, que es lo que nos da de comer a toda la familia. Y tú, cuando seas mayor harás lo mismo, porque aunque nunca sacaremos los pies del plato, tampoco nos faltará un plato de comida cada día.
ꟷ¿Y usted cree que alguna vez podré salir de nazareno?
ꟷSi alguien te deja la túnica, a lo mejor si.
ꟷ¿Padre, y este año me darán caramelos?
ꟷAlguno te darán, digo yo.
ꟷ¿Me llevarás también a ver como arreglan los pasos de la procesión del barrio?
ꟷIrás con madre, pues yo estaré trabajando.
ꟷ¿Y me comprarás un tambor para tocar el porrón chin chin?
ꟷAnda hijo, cómete la tortada, y déjate de Semana Santa, que hoy lo que celebramos es San José y aún queda una semana para Domingo de Ramos.
ꟷ¿Pero padre…?

TÍO ANDRÉS


Se levantó muy temprano, se vistió con el traje oscuro de pana y se caló el sombrero para salir a la calle. Desde hacía más de dos décadas, cada Viernes Santo repetía el rito. Marchaba sólo por el malecón, caminaba despacio en dirección a la Iglesia de Jesús. La Juana ya no podía acompañarle, el corazón le dijo basta, y su Andrés y su Juan tuvieron que marcharse hace ya muchos años a Francia para sacar a sus familias adelante. No había día que no se acordara de ellos, pero en Semana Santa el vacío se le hacía inmenso.
Al llegar a la estatua de Don José María Muñoz, tomó a la derecha y caminó junto a La Aljufia para llegar a Murcia. Aún no apuntaban las claras del día y decidió pasarse por la taberna para tomarse un revuelto. Nada más entrar, los estantes de La Caída le saludaron efusivamente.
ꟷ¡Tío Andrés, qué alegría, un año más que le vemos por aquí!
ꟷCuanto le echamos de menos.
ꟷYa quedan pocos nazarenos bragados.
ꟷSi estos mindundis supieran cargar la mitad que usted.
ꟷ¿Cómo están sus hijos?
ꟷ¿Este año tampoco pueden venir?
El viejo, visiblemente emocionado, se despidió escuetamente de los que tiempo atrás fueron sus compañeros.
ꟷBuena carrera.
No era necesario decir más.

Minutos antes de las 7 se dirigió a la plaza de San Agustín, donde año tras año contemplaba el discurrir de la procesión. En cuanto sonaron las campanas de la iglesia, se abrió el portón. El pendón morado apareció majestuoso y la burla arrancó a tocar. Un reguero de penitentes cargados con cruces comenzó a pasar ante él. Muchos le conocían y le obsequiaban con huevos, monas y caramelos. Sus manos grandes y callosas recibían la dádiva al mismo tiempo que inclinaba la cabeza. Luego llegó el paso de La Cena, después La Oración en el Huerto... Pese a la enorme admiración que sentía por Salzillo, durante la procesión se le olvidaba mirar a las imágenes, y aunque las cataratas le nublaban la vista, sólo tenía ojos para la labor de los estantes.
Sin darse cuenta pasó El Prendimiento, Los Azotes, La Verónica y llegó La Caída. No podía evitar que el corazón se le acelerara cuando veía venir su paso, su Cristo. Una mezcla de orgullo y nostalgia le provocó un nudo en la garganta. El cabo de andas acercó el trono hasta el lugar en el que se encontraba el Tío Andrés, le tendió la muleta y le conminó a dirigir el paso.
Un golpe seco hizo retumbar la tarima, el viejo se alejó unos metros y comenzó a dirigir la curva. ꟷAlfonso, saca los pies. Aguanta Martínez. Luis acuéstate un poco más. La tarima izquierda la quiero arriba. Ese punta de vara trasero, déjate un poco.
El trono, como si flotara, fue girando sobre su eje y un nuevo golpe sobre la tarima rubricó el final de la maniobra. Andrés, satisfecho, se abrazó al cabo de andas y le devolvió la muleta. Pero cuando se dirigía a su sitio le sobrevino un vuelco al corazón. En el cepo le pareció ver a su hijo Andrés veinte años más joven. Se frotó los ojos y cuando volvió a levantar la cabeza, un estante de 18 años y con acento francés se acercó y le abrazó con lágrimas en los ojos. ꟷAbuelo, soy aquí, abuelo soy feliz.
El Tío Andrés miró a su Cristo y entre sollozos musitó ꟷAhora si, ya me puedes llevar con mi Juana.