Fografía deFrancico Nortes
Ya estamos de nuevo en octubre, y por tanto la Virgen del Rosario vuelve a asomarse por esta rendija de mis pensamientos. Mañana la función principal con procesión claustral, y el sábado procesión por las calles del centro de Murcia.
Ya son muchos años, quizás 10, no lo sé, pero me siento
feliz de pertenecer a este grupo, de sentirme partícipe de esta bendita locura,
de compartir durante estos primeros días de otoño unos raticos amables y
emotivos.
Me siento comprometido y me gusta ser una pequeña pieza más
en este engranaje que, casi sin saber cómo, se pone puntualmente en
funcionamiento.
Esta cofradía hace las cosas con estilo, con mucho cariño,
con mimo, también con autocrítica. Creo que nos hemos ganado el respeto de la
Murcia cofrade, que hemos sabido encontrar nuestro sitio dentro de las
procesiones de gloria.
La Archicofradía del Rosario tiene una personalidad bien
definida, que en la calle se refuerza con aspectos inconfundibles como la luz,
la música de la banda de Santa Cecilia de Sorbas y sobre todo el trono baldaquino,
que convierte a la Virgen del Rosario en un ascua de velas que flota airosa por
la tarde noche murciana.
Pero en verdad, me da igual si nos miran bien o mal, si
somos mejor o peor valorados, porque al final es algo que haces para ti, y
aunque se trate de una manifestación destinada a sacar la Iglesia a la calle,
no puedo entenderla más que como una expresión íntima y profunda, donde quieres hacerlo lo mejor
posible, pero no para el público. No salimos para que nos vean, nos ven porque salimos, y lo que me motiva es sentir ese soplo tenue en el que
todo se alinea y cristaliza en una emoción sincera.
El trono entra en la calle Santa Ana
lento, más lento, con la tentación del paso atrás.
Alguna mirada se asoma furtiva desde las rejas
altas de la clausura,
y en la portería del convento la felicidad se manifiesta a través de sonrisas plenas,
iluminadas por la
certeza de la gracia de Dios.
Es el momento en el que la banda de Sorbas,
estantes, comunidad de monjas dominicas,
cofrades y público en general se fusionan
cofrades y público en general se fusionan
para
venerar con algarabía a la Virgen del Rosario.
Comienzan a llover pétalos,
los
vítores y aclamaciones se suceden,
suena Encarnación Coronada,
DIOS TE SALVE
MARÍA…
De nuevo estoy aquí a las puertas del templo,
exhausto pero
satisfecho.
Aun el trono ha de salvar el cancel
y sólo es posible bajándolo
a ras de suelo.
Primer toque, arriba,
segundo toque, a brazo.
paso a paso se va salvando la puerta,
suena la Marcha Real.
Ya estamos
dentro
y la Reina de Santa Ana vuelve a iluminar con su fulgor las naves de la
iglesia.
Por unas horas las monjas dominicas nos han regalado el honor
de
portar sobre nuestros hombros a la madre de Dios.
Y sí, soy feliz.
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