¿La Cuaresma es espera o preparación?
¿La Cuaresma es espera o preparación?
Pues supongo que ambas cosas. Aunque he aprendido con los años a que sea mas preparación que espera.
Recuerdo, y no hace tanto tiempo, que la Cuaresma más que espera se convertía en desesperación, pues por más que lo deseara, nunca llegaban los días de la Semana Santa.
De un tiempo a esta parte desgrano los días de la Cuaresma con el sosiego del que no tiene prisa. Saboreo sin ansiedad cada viacrucis, cada ensayo de bocinas y tambores, cada acto dentro y fuera de las iglesias, cada reunión y cada cerveza con la familia nazarena.
Escucho podcast de programa de Semana Santa, pero no me altero por si alguno se me ha pasado. Miro vídeos de semanas santas pasadas, pero sin el afán de querer ver todo lo que se publica. Leo algunos artículos de revistas, pero sólo los que me apetecen de verdad. Curioseo por las redes sociales cofrades, pero no me va la vida en ello. Cae alguna lista de reproducción de marchas, pero también suenan otras músicas.
¿Me estaré haciendo mayor?
Sí, claro que sí. E incluso a veces me pregunto si mi ilusión por la Semana Santa ha perdido intensidad. Quizás sea algo parecido a los amores, que cuando son amores adolescentes son arrebatados y cuando son amores de madurez son reposados.
Y en esas estamos, desgranando el calendario para verme con la niña de mis amores, que ya no me deja sin aliento, que no me acelera el pulso, que no me nubla la mirada ni me quita el sueño. Pues tanto ella como yo hemos cumplido muchas primaveras juntos, conociendo nuestras virtudes y nuestros defectos, como dos viejecitos que cogidos del brazo pasean lentos por las calles de la ciudad renacida. Sin margen para la sorpresa, pero con la confianza plena el uno en el otro. Sin la pasión irracional, pero con la calma que proporciona la comprensión mutua. Sin nuevas ilusiones, pero con la alegría de los viejos ritos.
Y ahora, desde la atalaya de los años, observo con envidia como mi hijo, con la preadolescencia de los 12 años, se enamora de la misma niña, pero no de la misma manera que me enamoré yo. Pues yo la admiraba embelesado desde la acera, pero él la saca a bailar; yo le escribía cartas de amor, pero él le susurra al oído; yo, con mi timidez, soñaba con ella, pero él, con su descaro, le toca el culo.
¡Ay, eterna viejecita! ¿Qué sortilegio te convierte cada primavera en más joven y más bonita?