martes, 24 de febrero de 2015

Rincones de mi Memoria (Sábado Santo)



Calle Jabonerías


Cuando salió la procesión del Yacente por primera vez, yo tan solo contaba con 10 años, y recuerdo que arrastré a mi padre y a mi tío Antonio hasta la Plaza de Santo Domingo para ver salir a esta nueva cofradía. Sé que nos situamos frente al Burguer King de Trapería y, aunque no me acuerdo del cortejo en sí, tengo en mi mente grabado el trascurrir del Yacente ante mí. Un trono en el que apenas era visible la figura de Cristo muerto, pero donde el silencio y el respecto sobrecogían.
Después, la historia de la Cofradía ha ido evolucionando hasta el punto que cambió su sede canónica, pasando a San Juan de Dios al menos hace 20 años. El caso es que el rincón de mi memoria que he escogido es la calle Jabonerías, única procesión de pasión que discurre por esta vía. Es un lugar que me encanta, más si cabe porque también pasamos por este lugar con la procesión de la Virgen del Rosario. Pero lo cierto es que se trata de una experiencia bien diferente a la vivida en otros días de la semana. Para empezar porque suele ser una procesión que voy solo a verla, ya que a estas alturas no me aguanta nadie. Verla en la calle Jabonerías es una experiencia singular, empezando porque apenas una decena de personas contemplan la procesión en este lugar. Así que es un momento íntimo, de recogimiento y cercanía difícilmente alcanzable en otras jornadas.

La campana del muñidor anuncia muerte en la plaza de San Bartolomé.
Lento pero continuo se acerca el blanco luto.
Cirios de tinieblas se encajan en la estrechez de Jabonerías.
En el pecho metálico escapulario que susurra
Cristus vicit mortem

Me aprieto en un portal en un silencio de siglos,
in ictu oculi llega en dorado lecho la certeza del final.
Y aunque una Luz resplandezca en las postrimerías,
el cortejo fúnebre de la Semana Santa avanza implacable.

El Arco de Santo Domingo es el gozne entre la luz y la oscuridad.
Bajo su curva comienza a apagarse el sueño de 9 días.
La noche sigilosa va penetrando en el rumor de Trapería.

Me alejo entumecido
aún con el tintineo caramelo de las velas en mi retina.
Me embarga una melancolía
que a momentos se muda en desaliento.

Sé que en tan solo unas horas
las campanas voltearán en una algarabía de resurrección y gloria,
Pero para mí todo se ha consumado,
con la desesperanza de habérseme escurrido entre los dedos
una Semana Santa más.